domingo, 22 de marzo de 2015

Los fantasmas.

Tan frío y desgarrador como la lluvia que me azotaba las mejillas, como la noche misma en la que me había sumido en tantos otros adjetivos desoladores como los de la coyuntura, como los de mi pecho que te gritaba atormentado por el hecho de haberte marchado de aquella manera, dejando un reguero de sangre tras tu triste sonrisa, ya no sé si tuya o mía, porque si tú perdiste tu vida yo perdí la de los dos, a pesar de la ignorancia de saberte aún en mi espalda, en mi cuello, en la yema de mis dedos, en la nostalgia de debajo de los árboles, en la pesadumbre de olvidarte.

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